martes, 25 de febrero de 2014

EL BUSCADOR DE COMETAS ZEN

Publicado en Diario Uno de Entre Ríos el domingo 23 d de febrero de 2014.
Fotografía de JAMES A. SUGAR/National Geographic Creative 
La búsqueda de nuevos cometas ha sido desde siempre una de las actividades más excitantes de la astronomía. El astrónomo amateur obsesivo que escudriña los cielos en las heladas noches para obtener la gloria de que el cometa que descubra lleve su nombre es una figura mítica, casi caricaturesca. Son conocidas anécdotas como la de Charles Messier, quien no pudo observar durante las noches de agonía de su esposa y que cuando un colega le manifestó su congoja, en tácita alusión a la muerte de ella, le respondió que era muy doloroso… no haber podido observar el cometa descubierto por un buscador rival.  
El principal equipamiento necesario para la búsqueda de cometas es una enorme cantidad de paciencia, es una tarea solitaria y con escasas perspectivas de éxito, que en Occidente se transformó en una especie de deporte ferozmente competitivo. Pero gracias a esos voluntariosos buscadores la ciencia cometaria realizó enormes avances. Hoy, sólo una ínfima porción de los descubrimientos los realizan astrónomos aficionados, impedidos por la terrible contaminación lumínica que sufrimos y en competencia desleal con grandes telescopios en tierra y en el espacio que realizan un escaneo fotográfico constante del cielo. Pero aún así hay modernos héroes, como el australiano Terry Lovejoy, que realizan descubrimientos con equipamiento casero.
La astronomía es una actividad cultural, no meramente técnica. Una de las pruebas que podemos aducir es la actitud con que se buscan los cometas en Occidente y en Oriente. La terminología anglosajona de los buscadores de cometas es sumamente descriptiva: la búsqueda se denomina agresivamente “caza” (si hacemos una traducción literal de la palabra inglesa “hunting”) y cuando un buscador encuentra un cometa “lo mete a la bolsa” (“bagged”). Pero hay otra filosofía de la búsqueda.
Japón es el país en el que la búsqueda de cometas es una tradición nacional, en la que los buscadores suelen ser discípulos de otros buscadores. Y el gran precursor fue Minoru Honda. Nacido en 1913, construyó su primer telescopio a los 14 años mientras trabajaba en la granja de sus padres. Sólo con estudios primarios, fue contratado como ayudante de un observatorio en Hiroshima, donde descubrió su primer cometa en 1940.
La voluntad de Honda es legendaria. Durante la II Guerra Mundial fue enviado al frente de batalla en Singapur. En la ciudad devastada pudo encontrar una lente de apenas 3 pulgadas con la que montó un más que precario telescopio. Mientras los otros soldados dormían, las horas robadas al sueño las pasaba buscando cometas. Una tarea titánica, no sólo por lo risible del instrumental sino por la falta de cartas astronómicas. La única manera de saber si esa mancha difusa que observaba era un cometa o una galaxia o cúmulo estelar era controlar su movimiento entre las estrellas noche por noche. Y su búsqueda fue parcialmente recompensada cuando pensó haber descubierto un cometa, que resultó ser la reaparición de otro ya descubierto años atrás.
Después de la guerra continuó su búsqueda, durante sus últimos años lo hizo desde una cabaña en la montaña que le regaló su esposa con el dinero que recibió de una herencia, para compensar los cielos opacos por la contaminación lumínica urbana (o para tenerlo lejos, que no habrá sido una gran compañía, sugerirá un mal pensado).
Su legado más importante no son los 12 cometas que descubrió sino la gran lección que le dejó a su discípulo Kaoru Ikeya (exitoso buscador, descubridor de uno de los cometas más brillantes de la historia): “Si vas a buscar cometas con el objetivo de descubrir uno, sería mejor que no buscaras”. Una definición sublime de la búsqueda de cometas: la armonía y la paz de las interminables horas observando el cielo. Esta es la verdadera recompensa, como lo prueban los 50 años de búsqueda infructuosa de Koichi Ike, el gran amigo y maestro de otro buscador exitoso: Tsutomu Seki, cuyo poético diario de observación, con tantas referencias a los cometas como a lo que observa de camino al observatorio, se puede encontrar en la web (www.comet-web.net/~tsutomu-seki).
El consejo de Honda no es más que una aplicación práctica de la máxima del budismo zen que dice que “contemplar la flor es identificarnos con ella”. Tal filosofía se propone olvidar el dualismo entre el yo y el mundo exterior, a través de la limitación de la conciencia personal para sintonizar nuestra mente con la vida (“hishiriyo”: pensar sin pensar). La meditación a través de la contemplación intensa de lo que hacemos cotidianamente se aplica a la ceremonia del té, al camino del samurai y, por qué no, a la observación del cielo. La maestría se logra con el “satori”, el estado de iluminación en el que no sentimos más que el fluir del mundo, que se vuelve más nítido y resplandeciente. Pero, otra máxima zen nos dice que cuanto más se esfuerza uno en lograr el “satori”, más difícil es lograrlo, por lo que estamos aprendiendo todo el tiempo. Fácilmente podemos comprender que es una estupenda filosofía para forjarnos en una búsqueda paciente.

No sabemos si el maestro Honda alcanzó la iluminación, pero seguramente en sus vagabundeos telescópicos debe de haber andado cerca. También nosotros podemos intentarlo. 

sábado, 22 de febrero de 2014

EL FIN DEL MUNDO POR UN COMETA

El cuento que reproducimos (publicado en 1839) es una muestra de cómo los cometas han sido temidos como destructores (pueden ver también nuestro post “Temores cometarios” o el cuento de Pardo Bazán que hace poco posteamos). En el más allá, un espíritu recibe a otro y le narra el fin de nuestro planeta. El nuevo cometa es recibido con escepticismo porque los astrónomos ya han determinado que no hay nada que temer, pero… Lo verdaderamente terrorífico es la angustia de la espera y el ciclo desesperanza-esperanza-tragedia. Disfruten, si pueden, este relato cometario de Edgard Allan Poe, traducido por Julio Cortazar, editado por Alianza Editorial. 


La conversación de Eiros y Charmion

 Te traeré el fuego.
 (Eurípides, Andrómaca)

Eiros.—¿Por qué me llamas Eiros?
Charmion.—Así te llamarás desde ahora y para siempre. A tu vez, debes olvidar mi nombre terreno y llamarme Charmion.
Eiros.—¡Esto no es un sueño!
Charmion.—Ya no hay sueños entre nosotros; pero dejemos para después estos misterios. Me alegro de verte dueño de tu razón, y tal como si estuvieras vivo. El velo de la sombra se ha apartado ya de tus ojos. Ten ánimo y nada temas. Los días de sopor que te estaban asignados se han cumplido, y mañana te introduciré yo mismo en las alegrías y las maravillas de tu nueva existencia.
Eiros.—Es verdad, el sopor ha pasado. El extraño vértigo y la terrible oscuridad me han abandonado, y ya no oigo ese sonido enloquecedor, turbulento, horrible, semejante a «la voz de muchas aguas». Y sin embargo, Charmion, mis sentidos están perturbados por esta penetrante percepción de lo nuevo.
Charmion.—Eso cesará en pocos días, pero comprendo muy bien lo que sientes. Hace ya diez años terrestres que pasé por lo que pasas tú y, sin embargo, su recuerdo no me abandona. Empero ya has sufrido todo el dolor que sufrirás en Aidenn[1].
Eiros.—¿En Aidenn?
Charmion.—En Aidenn.
Eiros.—¡Oh, Dios! ¡Charmion, apiádate de mí! Me siento agobiado por la majestad de todas las cosas... de lo desconocido de pronto revelado... del Futuro, una conjetura fundida en el augusto y cierto Presente.
Charmion.—No te empeñes por ahora en pensar de esa manera. Mañana hablaremos de ello. Tu mente vacila, y encontrará alivio a su agitación en el ejercicio de los simples recuerdos. No mires alrededor, ni hacia adelante; mira hacia atrás. Ardo de ansiedad por conocer los detalles del prodigioso acontecer que te ha traído entre nosotros. Cuéntame. Hablemos de cosas familiares, en el viejo lenguaje familiar del mundo que tan espantosamente ha perecido.
Eiros.—¡Oh, sí, espantosamente! ¡Esto no es un sueño!
Charmion.—No hay más sueños. Eiros mío, ¿fui muy llorada?
Eiros.—¿Llorada, Charmion? ¡Oh, cuan llorada! Hasta aquella última hora cernióse sobre tu casa una nube de profunda pena y devota tristeza.
Charmion.—Y esa última hora... háblame de ella. Recuerda que, fuera del hecho en sí de la catástrofe, nada sé. Cuando abandoné la humanidad, entrando en la Noche a través de la Tumba, en ese período, si recuerdo bien, la calamidad que os abrumó era por completo insospechada. Cierto es que poco conocía yo la filosofía especulativa de entonces.
Eiros.—Como has dicho, aquella calamidad era enteramente insospechada, pero desgracias análogas habían dado a los astrónomos motivo de discusión. Apenas necesito decirte, amiga mía, que ya cuando nos dejaste los hombres coincidían en interpretar los pasajes de las muy santas escrituras que hablan de la destrucción final de todas las cosas por el fuego, como referidos solamente al globo terráqueo. Las especulaciones, empero, sobre la causa inmediata del fin, no llegaban a ninguna conclusión desde la época en que la ciencia astronómica había despojado a los cometas del terrible carácter incendiario que antes se les atribuía. Bien establecida se hallaba la escasa densidad de aquellos cuerpos celestes. Se los había observado pasar entre los satélites de Júpiter, sin que produjeran ninguna alteración sensible en las masas o las órbitas de aquellos planetas secundarios. Hacía mucho que considerábamos a esos errabundos como creaciones vaporosas de inconcebible tenuidad, incapaces de dañar nuestro macizo globo aun en el caso de un choque directo. No sentíamos temor alguno de un contacto, pues los elementos de todos los cometas eran perfectamente conocidos. Hacía muchos años que se consideraba inadmisible buscar entre ellos al agente de la destrucción por el fuego. Pero en aquellos días finales las conjeturas y las extravagantes fantasías abundaban singularmente entre los hombres, y aunque el temor sólo asaltaba a unos pocos ignorantes, el anuncio de un nuevo cometa formulado por los astrónomos fue recibido con no sé qué agitación y desconfianza generales.
Los elementos del extraño astro fueron inmediatamente calculados, y todos los observadores coincidieron en que su paso, en el perihelio, lo aproximaría mucho a la tierra. Dos o tres astrónomos de renombre secundario sostuvieron resueltamente que el choque era inevitable. Imposible expresar el efecto de esta noticia en las gentes. Durante unos pocos días no quisieron creer en una afirmación que su inteligencia, tanto tiempo aplicada a consideraciones mundanas, no podía aprehender de ninguna manera. Pero la verdad de un hecho de importancia vital se abre paso en el entendimiento del más estólido. Los hombres comprendieron finalmente que los astrónomos no mentían, y esperaron el cometa. Al principio su acercamiento no parecía muy rápido, y nada de insólito había en su aspecto. Era de un rojo oscuro, con una cola apenas perceptible. Durante siete u ocho días no advertimos ningún aumento en su diámetro aparente, y su color cambió muy poco. Entretanto los negocios ordinarios de la humanidad habían sido suspendidos y todos los intereses se concentraban en las discusiones científicas referentes a la naturaleza del cometa. Aun los más ignorantes forzaban sus indolentes inteligencias para entenderlas. Y los sabios consagraron entonces su intelecto, su alma, no ya a aliviar los temores o a sostener sus amadas teorías, sino a buscar la verdad, a buscarla desesperadamente. Gemían en procura del conocimiento perfecto. La verdad se alzó en toda la pureza de su fuerza y de su excelsa majestad, y los sensatos se inclinaron y adoraron.
La opinión según la cual nuestro globo o sus habitantes sufrirían daños materiales de resultas del temible contacto, perdía diariamente fuerza entre los sabios, y a éstos les era dado ahora gobernar la razón y la fantasía de la multitud. Se demostró que la densidad del núcleo del cometa era mucho menor que la de nuestro gas más raro; el inofensivo pasaje de un visitante similar entre los satélites de Júpiter era argüido como un ejemplo convincente, capaz de calmar los temores. Los teólogos, con un celo inflamado por el miedo, insistían en la profecía bíblica, explicándola al pueblo con una precisión y una simplicidad que jamás se había visto antes. La destrucción final de la tierra se operaría por intervención del fuego; así lo enseñaban con un brío que imponía convicción por doquier; y el que los cometas no fueran de naturaleza ígnea (como todos sabían ahora) constituía una verdad que liberaba en gran medida de las aprensiones sobre la gran calamidad predicha. Es de hacer notar que los prejuicios populares y los errores del vulgo concernientes a las pestes y a las guerras —errores que antes prevalecían a cada aparición de un cometa— eran ahora completamente desconocidos.
Como naciendo de un súbito movimiento convulsivo, la razón había destronado de golpe a la superstición. La más débil de las inteligencias extraía vigor del exceso de interés.
Los daños menores que pudieran resultar del contacto con el cometa eran tema de minuciosas discusiones. Los entendidos hablaban de ligeras perturbaciones geológicas, de probables alteraciones del clima y, por consiguiente, de la vegetación, aludiendo también a posibles influencias magnéticas y eléctricas. Muchos sostenían que los efectos no serían visibles ni apreciables. Y mientras las discusiones proseguían, su objeto se aproximaba gradualmente, aumentaba su diámetro y más brillante se volvía su color. La humanidad palidecía al verlo acercarse. Todas las actividades humanas estaban suspendidas.
La evolución de los sentimientos generales llegó a su culminación cuando el cometa hubo alcanzado por fin un tamaño que sobrepasaba toda aparición anterior. Desechando las últimas esperanzas de que los astrónomos se hubieran equivocado, los hombres sintieron la certidumbre del mal. Todo lo quimérico de sus terrores había desaparecido. El corazón de los más valientes de nuestra raza latía precipitadamente en su pecho. Y sin embargo bastaron pocos días para que aun esos sentimientos se fundieran en otros todavía más insoportables. Ya no podíamos aplicar a aquel extraño astro ninguna idea ordinaria. Sus atributos históricos habían desaparecido. Nos oprimía con una emoción espantosamente nueva. No lo veíamos como un fenómeno astronómico de los cielos, sino como un íncubo sobre nuestros corazones y una sombra sobre nuestros cerebros. Con inconcebible rapidez había tomado la apariencia de un gigantesco manto de llamas muy tenues extendido de un horizonte al otro.
Pasó otro día, y los hombres respiraron con mayor libertad. No cabía duda de que nos hallábamos bajo la influencia del cometa, y sin embargo vivíamos. Hasta sentimos una insólita agilidad corporal y mental. La extraordinaria tenuidad del objeto de nuestro terror era ya aparente, pues todos los cuerpos celestes se percibían a través de él. Entretanto nuestra vegetación se había alterado sensiblemente y, como ello nos había sido pronosticado, cobramos aún más fe en la previsión de los sabios. Un follaje lujurioso, completamente desconocido hasta entonces, se desató en todos los vegetales.
Pasó otro día más... y la calamidad no nos había dominado todavía. Era evidente que el núcleo del cometa chocaría con la tierra. Un espantoso cambio se había operado en los hombres, y la primera sensación de dolor fue la terrible señal para las lamentaciones y el espanto. Aquella primera sensación de dolor consistía en una rigurosa constricción del pecho y los pulmones, y una insoportable sequedad de la piel. Imposible negar que nuestra atmósfera estaba radicalmente afectada; su composición y las posibles modificaciones a que podía verse sujeta constituían ahora el tema de discusión. El resultado del examen produjo un estremecimiento eléctrico de terror en el corazón universal del hombre.
Se sabía desde hacía mucho que el aire que nos circundaba era un compuesto de oxígeno y nitrógeno, en proporción respectiva de veintiuno y setenta y nueve por ciento. El oxígeno, principio de la combustión y vehículo del calor, era absolutamente necesario para la vida animal, y constituía el agente más poderoso y enérgico en la naturaleza. El nitrógeno, por el contrario, era incapaz de mantener la vida animal y la combustión. Un exceso anómalo de oxígeno produciría, según estaba probado, una exaltación de los espíritus animales, tal como la habíamos sentido en esos días. Lo que provocaba el espanto era la extensión de esta idea hasta su límite. ¿Cuál sería el resultado de una extracción total del nitrógeno? Una combustión irresistible, devoradora, todopoderosa, inmediata: el cumplimiento total, en sus minuciosos y terribles detalles, de las llameantes y aterradoras anunciaciones de las profecías del Santo Libro.
¿Necesito pintarte, Charmion, el desencadenado frenesí de la humanidad? Aquella tenuidad del cometa que nos había inspirado previamente una esperanza era ahora la fuente de la más amarga desesperación. En su impalpable, gaseosa naturaleza percibíamos claramente la consumación del Destino. Y entretanto pasó otro día, llevándose con él la última sombra de la Esperanza. Jadeábamos en aquel aire rápidamente modificado. La sangre arterial batía tumultuosamente en sus estrechos canales. Un delirio furioso se había posesionado de todos los hombres y, con los brazos rígidamente tendidos hacia los cielos amenazantes, temblaban y clamaban. Pero el núcleo del destructor llegaba ya a nosotros; aun aquí, en el Aidenn, me estremezco al hablar. Déjame ser breve... breve como la destrucción que nos asoló. Durante un momento vimos una terrible, cárdena luz que penetraba en todas las cosas. Entonces... ¡inclinémonos Charmion, ante la sublime majestad de Dios el grande!, entonces se alzó un clamoroso y penetrante sonido, tal como si brotara de Su boca, y toda la masa de éter, dentro de la cual existíamos, reventó instantáneamente en algo como una intensa llama roja, cuya insuperable brillantez y abrasante calor no tienen nombre, ni siquiera entre los ángeles del alto cielo del conocimiento puro. Así acabó todo.


[1] El Edén. (N. del T.)

miércoles, 19 de febrero de 2014

LOS MEJORES COMETAS DE 2013

Para el boletín anual de la sección cometaria de la British Astronomical Asociation, los 4 mejores cometas del 2013 fueron los siguientes: C/2013 R1 Lovejoy, C/2012 F6 Lemmon, C/2011 L4 Panstarrs y C/2012 S1 Ison (http://www.ast.cam.ac.uk/~jds/tail33.pdf). Por suerte pudimos observar desde el hemisferio sur a 3 de los 4 cuatro en 2013, solamente el Lovejoy no fue visible, aunque desde nuestra latitud tenemos desde mediados de enero la posibilidad de verlo (en la constelación de Ofiuco y con una altura máxima siempre inferior a 20º sobre el horizonte), si las nubes eternas que estamos sufriendo algún día se dignan abrirse.
Pero no debemos ser desagradecidos, tuvimos muchas observaciones y fotografías que atesorar durante 2013.
Lanzamos una pequeña encuesta con este post: ¿Cuál fue el gran cometa de 2013? Para los observadores del hemisferio sur, el C/2013 R1 Lovejoy no cuenta. Veamos a los competidores:
C/2012 F6 Lemmon.
Adelanto mi respuesta, éste fue el gran cometa del año. Desde diciembre de 2012 hasta marzo de 2013 pudimos observarlo con bastante detenimiento. Es nuestro cometa record, con 10 reportes de observación a la Sección Cometas de la LIADA. La campaña del Lemmon fue una gran experiencia para nosotros, que contaremos seguramente en otro post.

Tengan en cuenta que se trata de una simple toma de 30 segundas y cuán bello se lo ve:
Fotografía Juan Manuel Biagi
C/2011 L4 Panstarrs
Coincidieron en el cielo con el Lemmon, pero su curva de luz no fue tan espectacular. Increíblemente nunca lo pude observar personalmente, pese a que se veía a simple vista (no lo entiendo, pues estaba siempre atento al Lemmon) y a bastante altura sobre el horizonte, como se lo ve en esta foto junto a un conocido hotel de nuestra ciudad, Paraná (fotografía de Germán Savor):
C/2012 S1 Ison
Fue la gran desilusión del año, fomentada por la prensa generalista (como siempre). Pudimos observarlo sólo una vez, bajo en el horizonte y con luna llena, con contados minutos antes del amanecer. Las condiciones eran pésimas y aún así se logró la fotografía del cometa en magnitud 5.
Fotografía Milton Blumhagen
Para más información y fotos de los cometas observados en 2013, pueden descargar la Memoria 2012-2013 de nuestra Sección en el link: https://drive.google.com/file/d/0Byocpld33ysnd1ZIM3Q0LVdaSDQ/edit?usp=sharing

lunes, 17 de febrero de 2014

FELICITACIONES LUIS!!!


Acabamos de enterarnos de una excelente noticia: Luis Alberto Mansilla, actual Coordinador de la Sección Astronomía Cometaria de la Liga Iberoamericana de Astronomía (LIADA), será quien presida la asociación madre de la astronomía iberoamericana. La futura gestión (2014-2019) es una continuación de las anteriores, las que (según nuestra modesta opinión) han posicionado a la LIADA como una de las principales asociaciones astronómicas del mundo. La confirmación puede buscarse en los antecedentes de los que integran la nueva conducción y del Comité Científico (en: https://sites.google.com/site/webliada/lista-semper-observandum), como así también, en el caso de la Sección Cometaria, en la base de datos de observaciones de cometas, con observadores de todo el mundo.
Desde aquí nuestra más afectuosas felicitaciones a toda los integrantes de las directivas salientes y entrantes de la LIADA y en especial a Luis Alberto Mansilla.
Luis ha sido el gran mentor de la Sección Cometas de la Asociación Entrerriana de Astronomía y, en palabras más simples, nuestro maestro.
Hace ya varios años (fue antes de que yo ingresara a la AEA en 2008) Luis se trasladó 200 kilómetros desde Rosario hasta Paraná para desarrollar un taller de observación cometaria en nuestro observatorio en una terriblemente helada noche de julio que los miembros de nuestra asociación recuerdan con afecto.
Ya con la fundación de nuestra Sección Cometas en 2010 comenzamos tímidamente a enviar reportes de observación y fotografías a la web de la Sección Cometas de la LIADA (cuyo enlace tenemos en el blog) y Luis siempre fue un apoyo comprensivo y entusiasta para nosotros. Cada vez que no conseguimos localizar un cometa, los muchachos cometarios de la AEA suelen decir, recordando aquel taller, “no le tenemos que fallar a Mansilla”. Tratamos de fallarle cada vez menos.
Personalmente, también fue mi maestro, porque durante 2011 tuve la dicha de completar el curso a distancia que todos los años lleva adelante la LIADA, del que guardo hermosos recuerdos. También guardo hermosos recuerdos de los dos simposios de cometas de la LIADA a los que pude asistir (2010 y 2012), organizados por él.

Aprovechamos para sumarnos a la invitación del próximo Simposio Iberoamericano (el Sexto) a llevarse a cabo en La Paz, Bolivia entre el 25 y el 27 de julio de este año, el gran acontecimiento para los cometarios americanos.

sábado, 15 de febrero de 2014

DIBUJAR COMETAS. UNA TRADICIÓN A CONSERVAR

Estoy leyendo el estupendo boletín anual de la Sección Cometaria de la British Astronomical Association, The comet’s tale (http://www.ast.cam.ac.uk/~jds/tail33.pdf, en un inglés super accesible). Y me sorprende constatar que recomiendan una práctica que hace poco habíamos empezado, la de realizar un bosquejo del cometa que observamos. El Secretario de la Sección informe que en la última reunión ha instado a los miembros a remitir dibujos y bosquejos. En sus palabras: “Es una larga tradición, que se remonta a siglos atrás: que los observadores documenten los cometas observados… Todavía es un método de observación muy válido y nos gustaría que hubiera más observadores que enviaran sus dibujos y bosquejos. Sospecho que muchos no lo hacen porque sienten que la cualidad de sus trabajos no es suficiente buena, o que no son suficientemente realistas, o que pueden ser infantiles en su ejecución. Eso no es importante… Cualquier observación de un cometa es única e irrepetible, por lo que dibujarla es una manera adecuada de preservarla, especialmente si se acompaña de las notas realizadas contemporáneamente. Inténtenlo y se alegrarán con el resultado. Envíen su observación y la recibiremos agradecidos”.
Es la primera vez que se reivindica el antiguo arte, anterior a la fotografía, del dibujo astronómico. Con los cometas tiene la ventaja de que un observador muy entrenado puede observar más detalles que una fotografía. ¿Acaso sabían que la única manera de estimar el brillo de la coma es la visual, porque el ojo humano es el instrumento perfecto para ello?

Cuando me animé a realizar mi primer bosquejo de lo observado desde el ocular el 26-10-13, el cometa 154P Brewington, el resultado no me pareció tan desastroso y me pareció que conservaban mucho mejor el recuerdo de lo observado (no habíamos sacado fotos) que el mero dibujo en el cuaderno de bitácora. Acá va:
El segundo fue el 2-2-14, del cometa C/2012 V2 Linear, del que en un post próximo contaremos la historia de su observación, pues estamos chequeando algunos datos. Acá va:
Ahora me arrepiento de no haber hecho bosquejos de todos los cometas que observamos desde que se inició la Sección en 2010. Pero desde ahora trataremos de mejorar nuestros dibujos.

miércoles, 12 de febrero de 2014

HACE RATO QUE TENEMOS LLUVIA Y NUBES… LEAMOS ALGO (SOBRE COMETAS, CLARO)

Febrero ha sido una verdadera desgracia cometaria. Nubes todos los días nos han impedido cualquier observación, incluidos los meteoros de los 3 radiantes ubicados en la constelación de centauro que tan interesados estamos en observar. El sábado teníamos la ilusión de observar algún cometa desde nuestro observatorio, pero las nubes pronto nos dejaron con las ganas.
Quisiera compartir un breve relato de una autora a la que casi no he leído, Emilia Pardo Bazán. Me pareció interesante como el relato identifica el posible fin de la especie humana con la cola venenosa de un cometa, muy a la moda con los temores que generó el cometa Halley. Incluso nombra al famoso gas cianógeno, que los astrónomos de la época, encabezados por Camile Flammarion, consideraban asfixiaría a los seres vivos de nuestros planeta. Luego se determinó que la concentración de este gas venenoso era tan tenue que no había nada que temer. Pero ya sabemos cómo son las noticias, la desmentida de una noticia sensacional nunca se difunde tanto como la noticia en sí. Eso generó el pánico del Halley. Igualmente el paso del primer cometa cuya órbita se pudo determinar marcó una época para los que la vivieron, como muestra la tarjeta postal que encabeza el post (extraída de http://wordcraft.net/comets2.html).
Y escucharse en:
COMETARIA
Por Emilia Pardo Bazán.
Lo decían los astrónomos desde todos los observatorios, academias y revistas: en aquella fecha, cuando el cometa nos envolviese en su inmensa cauda luminosa, se acabaría el mundo...; es decir, nuestro planeta, la Tierra. O, para mayor exactitud, lo que se acabaría sería la Humanidad. Todavía rectifico: se acabaría la vida; porque las ponzoñosas emanaciones del cianógeno, cuyo espectro habían revelado los telescopios en la cauda, no dejarían a un ser viviente en la superficie del globo terráqueo. Y la vida, extinguida así, no tenía la menor probabilidad de renacer; las misteriosas condiciones climatológicas en que hizo su aparición no se reproducirían: el fervor ardiente del período carbonífero ha sido sustituido dondequiera por la templanza infecunda... Desde el primer momento, lo creí firmemente. La vida cesaba. No la mía: la de todos. Cerrando los ojos, a obscuras en mi habitación silenciosa, yo trataba de representarme el momento terrible. A un mismo tiempo, sin poder valernos los unos a los otros, caeríamos como enjambres de moscas; no se oiría ni la queja. Ante la catástrofe, se establecería la absoluta igualdad, vanamente soñada desde el origen de la especie. El rey, el millonario, el mendigo, a una misma hora exhalarían el suspiro postrero, entre idénticas ansias. Y cuando los cuerpos inertes de todo el género humano alfombrasen el suelo y el cometa empezase a alejarse, con su velocidad vertiginosa, ¿qué sucedería? ¿Qué aspecto presentaría la parte, antes habitada, del globo?
Mi fantasía se desataba. Se ofrecían a mi vista las espléndidas ciudades, convertidas repentinamente en vastos cementerios. Me paseaba por ellas, y el horror relampagueaba al través de mis vértebras y sacudía mis nervios con estremecimientos sombríos. Porque yo -era lo más espantoso-, yo no había sufrido la suerte común. Ignoro por qué milagro, por qué extraño privilegio, me encontraba vivo... entre la infinita desolación de los cadáveres de la especie. Al alcance de mi mano, como irónica tentación, estaban las riquezas abandonadas, las maravillas de arte que acaso codicié: ningún ojo sino el mío para contemplar los cuadros de Velásquez, las estatuas de Fidias, las cinceladuras de Cellini; y allá en las secretas cajas de los abandonados bancos, ninguna mano sino la mía para hundirse en los montones de billetes y centenes de oro... que ya nada valían, porque nadie me los exigiría a cambio de cosa alguna.
A mi alrededor, la muerte: capas de difuntos, tendidos aquí y allí, en las diversas actitudes de su breve agonía... Ni una voz, ni el eco de un paso. Hablé en alto, por si me respondían; grité: me contestó el eco de mi propio gritar. El sol brillaba sobre los cuerpos sin vida, sobre la urbe trágicamente muda. Y empecé a correr enloquecido, buscando un ser que respondiese a mi llamamiento. Erizado el cabello, tembloroso el tronco, extraviado el mirar, registré calles y plazas, templos y cafés, casas humildes cuya puerta forcé, y palacios cerrados por cuyas ventanas salté furioso. ¡Soledad, silencio!
Y, al acercarse la noche, bajo un cobertizo humilde, en un barrio de miserables, descubrí al fin otro ser salvado de la hecatombe: una mozuela, balbuciente de terror, que casi no podía articular palabra... No la miré, no quise ni saber cómo tenía el rostro. Le eché los brazos al cuello y nos besamos, deshechos en convulsivas lágrimas...

Y al estrecharla así, al comprender que en ella estaban mi porvenir y el porvenir de la Humanidad futura, que éramos la pareja, los únicos supervivientes, el Adán y la Eva, no en el Paraíso, sino en páramo del dolor, no supe bien lo que sentía. Tal vez hubiese valido más que ni la niña hija del populacho, ni yo, el refinado intelectual, nos hubiésemos encontrado para perpetuar el sufrimiento. Tal vez era la fatalidad lo que salvaba nuestras existencias, en la hora espantosa de la asfixia universal... Y, mientras la pobre chiquilla anhelaba, palpitante de miedo y de gozo, entre mis brazos, experimenté impulsos de ahogarla, de suprimir con ella a todos los venideros. La piedad, de pronto, me invadió, y por la piedad fue conservado el pícaro mundo.

viernes, 7 de febrero de 2014

Séneca y los cometas

Es un lugar común burlarse de ciencia cometaria antigua. Nosotros la defendemos en lo que no está errada, que no es poco. En otros post nos ocuparemos de las exhaustivas descripciones de los cometas, fruto de extraordinarias capacidades de observación y de cielos sin contaminación lumínica. La gran falencia era la teoría. Se consideraba que los cometas eran fenómenos atmosféricos producidos por exhalaciones vaporosas de la tierra que entraban en combustión por la fuerza del viento. Pero esta teoría no era unánime. Ya el gran filósofo Séneca, fallido tutor de su asesino el emperador Nerón, afirmaba que todavía se sabía poco de los cometas:
“¿Por qué, pues, hemos de admirarnos si los cometas, esos raros espectáculos del mundo, no están reducidos aún a leyes fijas, y no se sepa de dónde vienen, ni dónde se detienen, siendo así que sus reapariciones no tienen lugar sino a inmensos intervalos? (…) Día llegará en que lo que es misterio para nosotros quede esclarecido por el trascurso de los años. No basta la vida de un hombre para tan grandes investigaciones, aunque la consagrase exclusivamente a la contemplación del cielo”.
Él consideraba, dentro de la opinión minoritaria, que eran astros de los que sabemos muy poco y hacía esta afirmación contraintuitiva:
Tienen naturalmente como los demás astros forma redonda, pero su luz se extiende a lo lejos. De la misma manera que el Sol lanza sus rayos a lo largo y a lo ancho, y presenta sin embargo diferente forma que sus oleadas luminosas, así también el cuerpo de los cometas es redondo, pero su luz se nos presenta más prolongada que la de las demás estrellas”.
Una deducción genial, porque sabemos que los núcleos son “bolas de nieve sucia” pero sólo los pudimos ver cuando la sonda Giotto se acercó en 1986 al cometa Halley.
Y las palabras que siguen han sido justamente citadas como un verdadero manifiesto sobre el método científico, desmintiendo el lugar común de que los romanos no sabían de ciencia:
“Muchos otros poderes, cercanos al supremo numen por su fuerza y naturaleza, nos son desconocidos, o tal vez, y esto es más admirable aún, escapan a nuestra vista a fuerza de deslumbrarla, bien porque sustancias tan tenues no son apreciables a los ojos de los hombres, bien porque su majestuosa santidad se oculta en profundo retiro para gobernar su imperio, es decir, a sí mismas, y no dejar acceso mas que al alma. Qué sea este ser sin el cual nada puede existir, lo ignoramos; ¿y nos admira no conocer mas que imperfectamente algunos puntos luminosos, cuando se nos oculta ese Dios que es la parte más principal del universo? ¡Cuántos animales no conocemos sino desde el siglo actual! ¡Cuántos otros no conocemos y conocerán nuestros descendientes! ¡Cuántas cosas están reservadas para las edades venideras, cuando no exista ni siquiera nuestra memoria! Cosa pequeña sería el mundo si no encerrase el gran misterio que todos deben investigar. Eleusis guarda secretos para los que vuelven a verla. Así también la naturaleza no se muestra completamente desde luego. Nos creernos iniciados, y estamos aún a las puertas del templo. No se muestran sus arcanos indistintamente y a todo mortal, sino que están recogidos y encerrados en el interior del santuario. Este siglo verá algunos, y otros se revelarán en la edad que nos reemplace. ¿Cuándo llegarán estas cosas a nuestro conocimiento?”
Las citas pertenecen al Libro Séptimo de las “Cuestiones Naturales”, una especie de manual de astronomía y meteorología antiguas, que puede consultarse en:

http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cuestiones-naturales--0/html/ff0a3650-82b1-11df-acc7-002185ce6064_8.htm#8 

domingo, 2 de febrero de 2014

UNA NOCHE PARA RECORDAR

El sábado 1º de febrero tuvimos mucha gente en el observatorio, disfrutando del cielo veraniego. Había relámpagos en el horizonte sur, pero muy bajos y lejanos. Cuando se fue la gente quedamos 5 miembros de la AEA disfrutando de unas pizzas con gaseosa estupendas, tan estupendas que nos costó levantarnos de la silla para subir a la cúpula.
Después de la 1 pudimos observar, en las coordenadas que fijaba el Minor Planet Center, al cometa C/2012 V2 Linear en una magnitud de 11.5, la coma pequeña (1,5 minutos de arco) y bastante densa (2 en la escala de 0 a 9). Luego intentamos con el 290P Jager, pero los árboles que tapan los primeros 20 grados del horizonte oeste nos jugaron una mala pasada.
Pero lo más hermoso de la noche, más que el cometa (¡imagínense!), vino después.
Las luciérnagas, que ya hemos perdido en nuestras ciudades, brillaban intensamente como si fueran velas ofrecidas al cielo. Lamenté que no estuviera mi pequeña hija, que sólo ha podido verlas una vez en su corta vida. Espero que cuando la lleve por primera vez al Observatorio las pueda ver.
La tormenta hacía progresos. Eran las 2 de la mañana y la tormenta andaba por Rosario, a 200 kilómetros al sur de Oro Verde, muy pero muy intensa. Y acostados en el techo pudimos unos 10 o 12 sprites, esos extraños rayos que van de abajo hacia arriba, algunos de ellos eran esos maravillosos sprites rojos
Una buena explicación de lo que vimos aquí:
http://geofrik.com/2013/05/23/espectros-rojos/
Y una fotografía (de http://www.wired.com/wiredscience/2013/07/transient-luminous-events/) que ilustra lo visto:

Además de esta maravilla pudimos observar gran cantidad de meteoros o estrellas fugaces, al menos 15 y uno que podría ser un bólido (tendríamos que hacer el cálculo por extinción atmosférica para ver si encaja en la categoría). Buena parte provenía de los radiantes ubicados en centauro (radiantes de muy pocos meteoros por hora, de todas maneras) pero otros no.
Y no conforme con sprites rojos, enjambres de meteoros y un cometa. la noche terminó regalándonos una extraña luz roja que realizó un círculo en un claro entre las nubes, entre 5 y 10 segundos, para luego apagarse. Seguramente un rayo en bola, el segundo que veo en mi vida.
¿Qué más se puede pedir?
Maravillados, nos volvimos a Paraná, a pensar y recordar antes de dormir.
ADDENDA DEL 16 DE FEBRERO
Esta fotografía fue obtenida en la noche que comento, desde el Observatorio de Oro Verde, por Milton Blumhagen:


La pueden encontrar también en el enlace a la web de la Asociación Entrerriana de Astronomía.