jueves, 25 de diciembre de 2014

ACANTILADO COMETARIO

La Agencia Espacial Europea ha distribuido esta imagen de la superficie del núcleo del cometa Churyumov-Gerasimenko. En ella podemos observar dos cosas: fríamente: cuanto difiere su superficie del vetusto modelo cometario que los imaginaba como una “bola de nieve sucia”, cuando en realidad se parecen a pequeños mundos, tal como los imaginó Arthur C. Clark en “2061”; y desde el lado de la imaginación los podemos pensar como paisaje sublime:



El concepto de la belleza sublime del paisaje, el paisaje que en vez de confortarnos nos enfrenta a una búsqueda filosófica, parece que hubiera acompañado desde siempre al hombre, pero sólo se remonta a 1757 a un tratado del inglés Edmund Burke y tuvo su culminación en el arte y la poesía romántico de fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. En esa renuncia al paisaje consolador que da descanso y en la valoración de espectáculos naturales que muestren el poderío de la naturaleza y la pequeñez del hombre, el hombre comenzó a valorar lugares como las cataratas y los desiertos, pero sobre todo el mar inconmensurable:



Y las grandes montañas y los acantilados abrumadores, como vemos en esta pintura de Caspar David Friedrich (todas las vemos en esta entrada le pertenecen), tan parecida a la foto que comentamos.




Es imposible encontrar una cita de un texto griego o romano que alabe el desierto, las grandes extensiones marinas o las cumbres montañosas, como tampoco se sentían cómodos con un universo infinito, mientras que el hombre occidental pudo desarrollar la astronomía gracias a esa fascinación por los grandes espacios desconocidos (como antes fueron las tierras descubiertas en América, por ejemplo).


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