lunes, 19 de octubre de 2015

¿HABITAREMOS LOS COMETAS?

Del estupendo libro de Carl Sagan y Ann Druyan “El Cometa” (Editorial Planeta, Barcelona, 1985, traducción de M. Muntaner y M. Moya, págs.350 y siguientes) extraemos esta estupenda anticipación científica sobre la posibilidad de habitar los cometas. Una de las virtudes del viejo Carl es que no temía dejar volar la imaginación a partir de los datos científicos, lo que hacía a sus libros tan inspiradores. La mayoría de los modernos divulgadores tiene un miedo irracional a caer en la “ciencia ficción”.

Si hay cien billones de núcleos cometarios en la Nube de Oort, sumando su región exterior y su región interior, la superficie total de los cometas equivale a centenares de millones de planetas del tamaño de la Tierra. La perspectiva de cien millones de Tierras aparcadas convenientemente en el patio trasero de casa es bastante emocionante.
Los cometas se desplazan tan lentamente que sería posible alcanzarlos incluso con tecnología actual. Un cometa necesita un millón de años o más para llegar hasta nosotros desde la región exterior de la Nube de Oort; la nave espacial Voyager atravesará la misma distancia en diez mil años, y las futuras tecnologías de probable desarrollo rebajarán el tiempo de desplazamiento a una duración inferior a la de la vida humana. Si queremos plantear dónde han de vivir los hombres en el futuro lejano, los cometas ofrecen con mucho la gama más amplia de posibilidades. Unos cuantos kilómetros cuadrados no pueden acomodar a muchas personas, por tanto, debemos imaginar un gran número de pequeños mundos, cada uno de ellos poco poblado. Pero ¿en qué sentido puede considerarse habitable un cometa?
Desde luego, todas las necesidades moleculares de la vida pueden satisfacerse en los cometas. Los hombres, como la mayor parte de las formas vivas de la Tierra, están compuestos  principalmente de agua y, aparte quizás de unas cuantas lunas del sistema solar exterior, no se sabe que haya mundos más ricos en agua que los cometas. Éstos también contienen grandes cantidades de moléculas orgánicas, útiles para la ingeniería agrícola u biológica y roca y metales en cantidad probablemente suficiente para las aplicaciones prácticas. Las grandes cantidades de agua indican también que podría extraerse fácilmente oxígeno para la respiración y los cohetes del tipo Centaur que trabajan con hidrógeno y oxígeno líquidos podrían reabastecerse fácilmente en una superficie cometaria. En cada uno de estos aspectos, los cometas constituyen bases y hábitats mucho más acogedores que, por ejemplo, los asteroides, rocosos y metálicos.
Pero la vida en la Tierra, casi toda la vida, se mantiene gracias a la energía solar. Las plantas cosechan la luz solar y los animales cosechan las plantas. El sistema solar interior está inundado de luz solar, pero está vacío de agua, a excepción de la Tierra y de Marte. En cambio, el sistema solar exterior es rico en agua (helada), pero pobre en luz solar. El mediodía ecuatorial en un mundo sin nubes del sistema de Saturno no brilla más que el crepúsculo de la Tierra. El agua está donde falta la luz, y viceversa: un hecho que subrayó hace muchos años el escritor científico norteamericano Isaac Asimov.
Gracias a la moderna tecnología podemos imaginarnos interviniendo para restablecer el equilibrio que el sistema solar descuidó. Podríamos empujar o halar los cometas (y las rocas de hielo de los anillos de Saturno) hacia el sistema solar interior, donde extraeríamos directamente el hielo de la superficie o, en el caso de cometas cercanos extinguidos, perforaríamos el depósito de revestimiento para alcanzar el núcleo helado subyacente. Disociaríamos luego el agua para fabricar carburante y oxidante de cohete, y para proporcionar oxígeno a los puestos avanzados del hombre en el espacio y en otros planetas terrestres. Los cometas pueden proporcionarnos tanta agua que incluso podríamos suministrarla a regiones escogidas de mundos resecos, lo que nos permitiría trasplantar la vida a entornos hasta entonces desolados. La materia orgánica de un cometa muerto o de un asteroide carbonáceo finamente pulverizada podría utilizarse también como un medio de crecimiento para los seres vivos y para moderar el clima infernal de Venus mediante el mismo mecanismo propuesto para explicar la extinción de los dinosaurios y el posible invierno nuclear. Los cometas extinguidos de núcleo helado quizás estén a las puertas de casa y puedan ser un factor crítico en la utilización humana del espacio durante el próximo o los próximos dos siglos.
Los elementos biológicos esenciales que no suministran los cometas, por lo menos directamente, son el calor y la energía. Los cometas sólo reciben estos elementos cuando se acercan al Sol. Podemos imaginar fácilmente vastos conjuntos de paneles solares desplegados sobre los cometas o a su alrededor, suponiendo que estuvieran bastante cerca del Sol, lo que probablemente incluiría hasta la órbita de Saturno. A distancias superiores podemos imaginar grandes reactores nucleares dando energía a las bases cometarias. Si los reactores de fusión-alimentados por la misma agua-estuvieran disponible a mediados del siglo próximo, como predicen algunos especialistas, constituirían una fuente de energía ideal para las bases cometarias, debido a la abundancia de hielo de agua corriente y de agua pesada congelada, HDO y D2D (donde D indica deuterio, una forma de hidrógeno pesado que tiene un neutrón en su núcleo, además de un protón).


Cuando el cometa está lejos del Sol ha llegado la hora de hibernar. Júpiter aparece arriba a la izquierda con sus cuatro lunas. De “Héctor Servadac” de Jules Verne.
Pueden leer una reseña de la novela en:


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