sábado, 12 de diciembre de 2015

ESPERANDO LAS GEMÍNIDAS CON MI ABUELO Y UN JEREZ

En la madrugada del sábado, después de trabajar unas horas en la computadora, salí a disfrutar del diáfano cielo de fines de primavera, una rareza en nuestra temporada de lluvia. Cerca del máximo de la lluvia de las Gemínidas, y recordando la espectacularidad que habían mostrado estos meteoros el año pasado, salí a “pescar” alguna. No digo a observar, porque eran cerca de las 4 y el radiante se encontraba un poco por debajo de los 25 grados sobre el horizonte, el límite que la IMO (International Meteor Organization) fija para que la observación sea válida, por la extinción atmosférica.
Con el fresco en la piel, cómodamente sentado y tomando un poco de jerez (soy un viejo carcamán de 45 años, por eso suelo tomar bebidas de antaño como cognac o anís) recordé que mi abuelo solía dormir en verano “al sereno” en un “catre” en la galería, en las épocas en que la gente no tenía la paranoia del aire acondicionado. Y así, hermanados por la sensación del fresco en la piel luego de un día agobiante, me dejé llevar por el flujo de los recuerdos, estimulado por Sirio y las Híadas. Recuerdos que dejan, a medida que envejecemos, menos dolor por lo que nos falta y más serena alegría, pensando en cómo nos recordarán a nosotros, y que en todo estos años (de nuestras vidas, la de nuestros padres, la de nuestros abuelos), todos los 12 de diciembre las estrellas están en el mismo lugar de la bóveda nocturna.

Ah, no vi ninguna Gemínida (¿este año habrá menos?).

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