sábado, 6 de febrero de 2016

UN IMPACTO COMETARIO EN EL AÑO 536


Algo terrible sucedió en el año 546, considerado el año más frío en la historia de la humanidad. Los estudios de los anillos de crecimiento de los árboles correspondientes a los años 536-545 en distintas zonas geográficas del planeta demuestran un clima extremadamente frío en esa época. Las fuentes históricas chinas hablan de un “velo de polvo” en la atmósfera y de heladas en pleno verano. El historiador de la corte bizantina Procopio cuenta que en 536 el Sol y la Luna habían perdido su brillo, como en un eclipse.
Sólo hay dos eventos globales que pueden haber provocado un repentino cambio climático y el fenómeno de la “niebla seca”: una gigantesca erupción volcánica o el impacto de un asteroide o un fragmento de cometa.
La primera hipótesis parece menos viable, ya que la firma distintiva de la erupción de un “súper volcán” hubiera sido un grado de acidez significativo en la atmósfera, lo que ha sido descartado con el estudio de las capas de hielo en los casquetes polares correspondientes a esa época.
También es cierto que no se ha encontrado un cráter que se pueda relacionar con un impacto en 536, pero también es cierto que un probable escenario es la explosión en el aire lo suficientemente poderosa como para iniciar masivos incendios forestales que desencadenaron una nube de humo y ceniza capaz de generar lo que los modernos científicos han estudiado como consecuencia de una guerra atómica: un “invierno nuclear”. Las enormes cantidades de hollín en la alta atmósfera generarían un cambio del albedo de nuestro planeta con la consiguiente disminución de la temperatura global.
Y el impacto de un fragmento cometario es una hipótesis más probable que el impacto de un asteroide, por cuanto el fragmento de un cometa disipa su energía a más altura y por lo tanto sus efectos abarcan una zona más extensa. Es escalofriante, pero los estudios científicos realizados siguiendo esta hipótesis han concluido que basta con un fragmento de 100 metros de diámetro para provocar el cambio climático sufrido en 536.

El estudio del impacto del cometa Shoemaker-Levy contra Júpiter en 1994 fue una útil comparación. En la última imagen de la secuencia que sigue se ve el “penacho” característico de un impacto cometario en la alta atmósfera:


Y aquí un esquema del efecto “penacho”:


El cometa ingresa en la atmósfera generando un delgado “tubo” por el cual escapa el material resultante de la explosión por la misma fuerza de la explosión, ese material luego vuelve a caer sobre la atmósfera como una capa que la envuelve y que será la responsable del enfriamiento global.
Esa dinámica explosiva de “penacho” se habría dado en Tunguska en 1908, lo que explicaría la extraordinaria luminosidad de la atmósfera con posterioridad, atribuida a nubes noctilucentes de material generado por la explosión cometaria. Aunque no hubo enfriamiento significativo en 1908, y Tunguska sigue siendo un misterio.
No debemos olvidar las catastróficas consecuencias del impacto cometario de 536. La población europea sufrió una disminución enorme, los 9 años fríos y oscuros produjeron cosechas muy pobres y el hambre permitió la proliferación de la llamada “plaga de Justiniano”, muy probablemente el primer brote de la peste negra.
Los asteroides figuran en el primer puesto de las amenazas cósmicas, pero basta un pequeño fragmento de un cometa, y la fragmentación no es un episodio muy infrecuente, para generar un escenario de desolación.
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