viernes, 20 de abril de 2018

LA HISTORIA EN 3 COMETAS POR WILLIAM WHISTON



La vida de William Whiston es merecedora de una película. No fue un científico de menor rango ni un iluminado. Fue el discípulo al que Isaac Newton promovió como su sucesor en la famosa Cátedra Lucasiana de Matemáticas en 1702. No sólo fue un prominente físico y astrónomo (uno de los primeros en sostener la periodicidad de las órbitas cometarias) sino que también fue un destacado teólogo, siempre bajo el patrocinio de Newton. Sus problemas empezaron cuando las sutiles disquisiciones sobre trinitarismo y arrianismo en las que lo inició el propio Newton (reconocido ocultista y alquimista) lo llevaron a desafiar el dogma trinitarista de la Iglesia de Inglaterra y ser expulsado de la cátedra en 1710. Whiston nunca perdonó a Newton “haberlo dejado en la estacada”, como decimos los argentinos, es decir, no haber hecho nada cuando estaba en problemas. Su vida posterior fue la de un herético propiciando la vuelta a un cristianismo primitivo al mismo tiempo que era un destacado conferencista. De sus tiempos de discípulo de Newton proviene la obra que nos interesa: “A new theory of the Earth” (1696), loada por John Locke y el propio Newton, en el que (antes incluso de que se comprobara la periodicidad del cometa Halley) atribuía los grandes cambios en la Tierra a la acción de cometas, situándose en lo que posteriormente se conocería como “catastrofismo geológico”. Un primer cometa habría entrado en órbita solar y hoy es nuestro hogar planetario. Un segundo cometa pasó lo suficientemente cerca como para humedecer la árida Tierra y crear el Paraíso. Pero los pecados del hombre propiciaron la punición divina en la forma de un tercer cometa “el 28 de noviembre de 2349 AC al mediodía en el meridiano de Pekín donde Noé vivía antes del Diluvio”. El diluvio universal se desencadenó con el impacto de la cola de un cometa contra la atmósfera de la Tierra. Reemplacemos el impacto de un cometa por el de mucho y el volumen de agua implicada y no estamos lejos de las modernas teorías que sostienen el origen cometario del agua en la Tierra. Pero no repetiremos los errores de tantos divulgadores científicos que piensan que las disquisiciones filosóficas, como las de Giordano Bruno, si coinciden con la ciencia son ciencia. Don Whinston siguió haciendo de las suyas de viejo y  en 1736 pronosticó que el mundo acabaría por el impacto de un cometa el 16 de octubre, lo que provocó la lógica preocupación que originó que el Arzobispo de Canterbury afirmara que el mundo que el mundo no terminaría el 16 de octubre de 1736… como si alguno de estos respetables vejetes lo pudiera saber.

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