jueves, 26 de abril de 2018

UNA BROMA COMETARIA A BARNARD


Edward Barnard fue uno de los grandes descubridores cometarios de todos los tiempos. Los lectores del blog conocerán la historia de cómo compró su casa con lo obtenido de varios premios por descubrir cometas. Astrónomo autodidacta, se labró una carrera en la astronomía profesional y en 1891 era miembro del Lick Observatory y una figura suficientemente reconocida como para ser una víctima propicia para la broma. En el San Francisco Examiner del 8 de marzo de 1891 apareció el anuncio de una invención maravillosa de Barnard: un detector automático de cometas. Supuestamente era una carta del propio Barnard en el que anunciaba su invención el “comet-seeker” o buscador de cometas. Barnard supuestamente narraba una típica sesión de observación en la que personalmente se dedicaba a los objetos de espacio profundos mientras un prisma montado sobre otro telescopio descomponía la luz que incidía en el diafragma. Cuando el telescopio barría un cometa por el movimiento de la cúpula celeste, la luz del cometa se descomponía y las bandas de los “hidrocarbonos” (desconozco si este dato es correcto) en el prisma iniciaban una corriente eléctrica que hacía sonar una alarma en el dormitorio de Barnard. El pseudo Barnard decía haber testeado su invención con un cometa ya descubierto, por el Profesor Zona en Palermo, Italia el 15 de noviembre de 1890.
Barnard, furioso, escribió una carta al periódico para que publicara su “derecho a réplica”, pero se encontró con que el bromista autor del artículo que citaba la supuesta carta de Barnard había pedido que no se hiciera caso de las negativas de Barnard, porque era tan modesto que no iba a querer la fama que su invención le daría. Barnard tuvo que esperar dos años hasta que el periódico dio a conocer al autor de la borma, Charles Hill, un asistente recién ingresado al observatorio donde trabajaba Barnard, el Lick Observatory, aunque lo más probable es que la responsabilidad fuera del Director del observatorio, es poco probable que alguien que recién empieza a trabajar hiciera esa broma con el astrónomo estrella. Barnard tuvo que lidiar por años con pedidos para que vendiera o compartiera su genial invención. Y apenas pudo cambió de trabajo y se fue al Observatorio de Yerkes, escapando del jefe bromista, o más bien acosador.

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